Este soy yo, hoy
- gonzfd
- 28 jun
- 4 Min. de lectura

Después de mucho tiempo sin mostrarme de verdad, hoy me animo a compartir por qué estuve tanto tiempo en silencio, cómo mi salud se quebró… y cómo poco a poco estoy volviendo a construir una nueva forma de estar, de trabajar y de vivir.
La verdad detrás de lo que (no) mostré
Hace mucho tiempo que no me mostraba en público de verdad. Muchas de las fotos que publiqué durante el último año y medio eran de archivo, y muchos de los posts que hice estaban pensados para no tener que mostrarme.
No quería que se viera una parte de mí que desde hace tiempo intento ocultar: estaba enfermo.
Y aunque todavía lo estoy, por primera vez en mucho tiempo me siento con el derecho de decir que no estoy bien, sin tener que pensar si eso va a hacerle daño a alguien.
Primero, porque por fin me he puesto a mí mismo por delante de todo.
Segundo, porque no quiero que mi vida sea una concatenación de pequeñas —o grandes— mentiras, que ni siquiera estaban pensadas para beneficiarme.
La herencia del silencio
Desde pequeño intenté entender a quienes me trataron mal.
Lo ocultaba por vergüenza, por un sentimiento erróneo de culpa, por una responsabilidad que no me correspondía.
Traté de justificar a quienes no me cuidaron, y me convertí yo en cuidador: compasivo, comprensivo, paternal.
Desarrollé una máscara con la que siempre estaba sonriente ante los ojos de los demás. Y quizás, por haber sufrido ciertas injusticias, desarrollé también un marcado sentido de la empatía, creyendo que los problemas de los otros eran más importantes que los míos.
Hoy pienso que, tal vez, era más fácil pensar en el dolor ajeno que mirar de frente el mío.
Cuando el cuerpo dice basta
Durante años intenté comprender a los violentos, a los indiferentes, a los que miraban para otro lado.
Pero desde diciembre del año pasado, algo cambió.
Mi cuerpo, que me había fallado de mil maneras, falló por mil una: me dificultó seguir haciendo lo que más amo —mi trabajo—.
Mis dedos no funcionan como antes. Me falta fuerza. Lo que antes era tan natural como cortar una cebolla se convirtió en una secuencia de dolor físico: dedo, antebrazo, muñeca, hombro, cuello, espalda…
Todo me duele como si nunca antes hubiera conocido el dolor.
Y a eso se suman otros síntomas: problemas de memoria, dificultad para hablar, reacciones extrañas, emociones desbordadas.
Un día, dando clase, mi cuerpo colapsó. Tuve un ataque de pánico.
Luego vinieron otros, nacidos del miedo a no saber qué me pasaba… y del miedo a perder el trabajo.
Caer
Me despidieron. Con una voz dulce, la señora que lo hizo me recomendó “escuchar a mi cuerpo”, como si eso alcanzara para pagar facturas.
Por primera vez tuve deudas.
Por primera vez me sentí completamente solo.
A lo largo de mi vida ayudé a pagar casas, llenar despensas, levantar proyectos.
No me arrepiento. Pero ver cómo desaparecían muchas de esas personas… dolió más que cualquier golpe físico.
Me hundí. Todo se oscureció. Nada tenía sentido.
Enfrentar el sistema de salud
La incertidumbre médica fue demoledora. Quien haya pasado por algo parecido lo sabrá: a veces nadie te da respuestas. Y hay determinados temas que simplemente no las tienen. O las tienen pero buscarlas es un proceso arduo. Un ejercicio de paciencia. Un ponerse a prueba día a día.
Comencé con síntomas el 16 de diciembre.
Tengo citas programadas para noviembre.
Todo mal.
Volver
Hace unos meses apareció un viejo amigo: el yoga.
Siempre estuvo ahí, pero esta vez volvió como quien te encuentra deshecho y te abraza sin pedir explicaciones.
Desde abril practico yoga a diario. Cinco horas al día.
Hay días en que todo me duele, pero también he aprendido a aceptarme, sin juicio.
Me estoy formando como instructor de yoga. Estoy escuchando a mi cuerpo, como me dijo aquella señora.
Esto no es un adiós a la cocina
Esto no significa que vaya a dejar la cocina.
Significa que mi forma de trabajar vuelve a transformarse para no romperme en el intento.
Y te lo cuento porque este es el momento. Porque, así como me has acompañado en cada etapa —tele, libros, redes, clases—, quiero que me acompañes también en esta.
Una etapa más íntima. Sin intermediarios.
¿Cómo puedes acompañarme ahora?
He regalado demasiada salud a demasiadas empresas.
Hoy, la única forma de respetarme y seguir compartiendo lo mejor de mí… es de tú a tú.
Una de las mejores formas de apoyar mi trabajo es a través de mi web:
Contratando mis servicios
Comprando en mi tienda
Compartiendo mis publicaciones
Siendo parte activa de esta comunidad
Este soy yo, hoy
No quería mostrarte mi cara demacrada, ni mi cuerpo flaco, ni mi cara hinchada.
Quería que me vieras así: tranquilo, honesto, aceptando y haciendo.
Hoy comienza una nueva etapa.
Estoy listo para lo que viene.
Gracias por seguir conmigo.
Nos vemos en la cocina. O en el áshram.
Gonzalo
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